El poeta se sienta al borde de una estrofa
Mientras sus pies penden al vacío
La mirada perdida ante el blanco infinito
Que, expectante, exige otra línea de verso
El poeta se refugia del abismo y mira al cielo
Golondrinas y estrellas de mil colores
Inundan sus ojos secos, ávidos de flores
Mientras teje su cadena de palabras con esmero
El papel blanco se puebla de negras letras
De nuevo regresan, traviesas, las golondrinas
Y surcan los cielos las fugaces estrellas
El poeta se despeña desde el margen de la estrofa
La marea de vacío lo sepulta en el suelo
Catorce líneas, negra estela de texto.